Autor: FEDE GARCÍA 17 de Abril de 2021
…Ya, a finales de un nuevo mes de septiembre – 1965 -, empezaban a amarillear las faldas del Cuetonidio y la Debesa de La Muela. Alguna tormenta de fin de verano, causaba la espantada natural del personal – familias por lo general – que habían ido a pasar el domingo bajo el frescor de la aguas del Río con los bártulos de cocinar, asar y despabilar el estómago. Era un lujo, ver como grupo tras grupo, se desperdigaban por las veredas para converger en el Puente de Hierro. Puente que como una gran garrapata, se aferraba con ambas manos a las orillas del Río Sil, sobre un cauce remansado con una presa de temporada de no más de un metro de altura, toda ella levantada con cascajos redondos de rio de respetable volumen, bien pulidos y ovalados, de color siempre claro y, sellados a base de pedazos de pella y terrones de barro más yerba recolectados en sus orillas.
Los latigazos de los relámpagos y sus posteriores truenos, más la lluvia derivada obligaban a guarecerse y cubrirse de mil formas con los medios a disposición de cada cuál: el saco de yute revuelto en forma de capucha; el jersey de mangas al hombro revuelto como pasamontañas; algunas ramas verdes; el bicornio de papel… ambas manos, como último recurso… los más afortunados, el mantel de tela de cuadros verdes, o de hule – cubre suelos – …, y, siempre todos en dirección noroeste, hacia las Colominas, para recogerse cuanto antes, y esperar a que la tormenta hubiese escampado…
Esos fines de semana de domingo, eran aprovechados por un futuro ciclista de los de “voluntad y esfuerzo” a prueba de escépticos.
Se trataba de Jacinto González Vega – hermano de Isabel González Vega – que un par de años antes, había sido enviado desde Jaén-ciudad, por su madre: Jacinta Vega Oviedo, al cumplir diecisiete años, para ser acogido en casa de Pedrosa “El Barrenista”.
Al cumplir los dieciocho años: Fue admitido en la M.S.P., con la categoría de Ayudante “Guaje”, en el Transversal, empezando a trabajar, fuera de la mina…Sus primeros libramientos fueron para adquirir una bicicleta de segunda mano, que le servía para acudir todos los días a Orallo, después de ser trasladado al mismo, por la M.S.P: en viaje de ida y vuelta.
Por razones que desconozco, se trataba con José López Rodríguez: “Pepín” el de Villager…creo que, en los entrenamientos del mismo previos a los carreras y competiciones de verano por las carreteras locales, o se encontraban, o se acompañaban…Lo cierto es que se conocían y se trataban, e, incluso, en alguna carrera local de las fiestas el 15 de Agosto, en Villablino, habían competido con un balance frustrante para mi tío: Jacinto – hermano de Isabel “La Andaluza”: No quedó el primero, ni el último. Un derrapazo a tiempo – no se sabe, si por la arenilla en la curva, o por velocidad excesiva, dio con sus costillas en el suelo, llegando a la meta fuera de tiempo, magullado, descompuesto y con la bicicleta en la mano, más dos costillas lastimadas y, por supuesto, sin trofeo.
Lo cierto, es que “Jacinto”, debía de acudir a las carreras en Ponferrada, León, etc., previamente, una o dos horas antes del cierre de la posta de control de las mismas, tras haber recorrido los 100, ó, los 60 kilómetros que hubiera de distancia, cargado con la mochila de tubulares, equipo de remiendos, herramientas adecuadas, ropa seca, menaje al uso y viandas reconstituyentes suficientes. “Jacinto”, no disponía de equipo, ni de preparador, ni de medios para acudir el día anterior a la competición, a fin de descansar y llegar al punto de inscripción, en fresco y listo para competir en similares condiciones, con los demás.
El acceso a las competiciones, siempre fue, tras un precalentamiento de 60, ó, 100 kilómetros, cargado a lo “Romano”, y, si, como en ocasiones, sucedía, llovía durante el trayecto, no había excusa alguna para no competir: Incluía la mojadura en la competición, porque se le había humedecido la ropa de repuesto: Una camiseta de algodón – cosida por Isabel – recortada de un lienzo usado de rayas y, un calzón- también de algodón al uso –
“Jacinto”, “Jacintillo”, para su hermana, nunca desistió, ni se presentó jamás en casa desfallecido, a pesar, de que la vuelta a “Las Colominas”, debía de volver a pedalear sin descanso de nuevo – otros 60, ó, 100 Kilómetros más de sobre-prima especial.
Siempre volvió a casa, con algún triunfo. En algún caso, con el segundo premio, y, en varias ocasiones con el tercero, más los caramelos para sus sobrinos: Fede, Isa, Luli, Monchi, Juana…
Sus competiciones siempre fueron en desigualdad manifiesta y total frente a sus compañeros de carrera. Su moral a prueba de derrotas, si se puede considerar una derrota, competir, tras haber empleado parte de sus energías en necesidades logísticas a pedalazo limpio, tanto de ida, como de vuelta, porque además, en la madrugada siguiente, tenía que reanudar el trabajo a primera hora en “Orallo”…
Nunca perdió la ilusión de ser un gran ciclista, aunque las circunstancias le fueran casi siempre adversas: Su vuelta a casa, cansado y en condiciones lamentables, tras el esfuerzo hecho, por triplicado, suponía, una ducha previa de urgencia, cambio de ropa, cena en común con sus sobrinos, más, el relato posterior obligado de los problemas que había tenido que superar a la ida, durante la carrera y, a la vuelta, sentado en una banqueta delante de la cocina de carbón, con los pies al lado del horno con la puerta abierta, para recuperar la movilidad, contando, mientras tanto, detalladamente ante el corro expectante, sus fabulosas experiencias.
La habitación que ocupaba y habitaba “Jacintillo” en “Las Colominas” número 42 – primero-derecha, era una habitación/taller, sin mayores pretensiones: Tubulares, instrumentos varios, cambios “Campanolo”, material de mantenimiento, linimentos para las piernas “Sloam”, de aroma hiriente, parches, adhesivos varios, algunos triunfos de sus competiciones – pocos – pero, muy importantes.
Al lado de “Jacintillo”, permanecía su sobrino y Alter Ego: “Fede –El Rubiajo”, que, en sus entrenamientos de domingo y algunas tardes propicias, reloj en mano, tomaba tiempos y calculaba velocidades, en la cuesta/subida de tierra, desde el camino al “Molinón”, a la carretera asfaltada a la Plaza de Villablino, pasando por el Chigre de la Cuesta…El ánimo, nunca decayó y, los cálculos en tiempos de Reloj Festina, absolutamente discrecionales, tampoco.
“Jacinto”, quedó exento del Servicio Militar – “La Mili” – . Ni le tallaron, ni le convocaron a las levas oportunas, dado que era hijo menor de viuda.
Tras pedir la baja en la M.S.P., empleó el tiempo, en desplazarse a San Sebastián, donde residía su, también, hermana: Margarita González Vega y dos sobrinos de su edad: Bartolo y Francisco. Lo hizo a pedalazo limpio. Permaneció, no demasiado tiempo con su hermana y sobrinos. Sí, el suficiente, para conocer y recorrer a fondo las curvas y cuestas del “Jaizkibel”. También codearse con figuras del ciclismo de la época, como, por ejemplo: el Rubio de Lekeitio: Patxi Gabica, fallecido hace no demasiado tiempo y, ganador por cierto, de alguna vuelta a España.
“Jacinto”, volvió a “Las Colominas”. Creo, que se reincorporó de nuevo, por poco tiempo a la M.S.P., para, en la primavera siguiente, preparar el salto definitivo a Barcelona, en una expedición de resultados inciertos e imprevisibles. Una buena mañana, macuto y tubulares cruzados en la espalda, inició la larga marcha hacia un futuro indescifrable, llevándola a cabo a cabo en etapas extenuantes, por carreteras, locales y nacionales de los años cincuenta/sesenta, sobre una bicicleta-tuneada, que de “carreras” no le quedaba casi nada, pero sí era, lo suficientemente robusta, para soportar varios cientos de kilómetros a máximo rendimiento, con el peligro presente siempre de acabar en alguna cuneta solitaria arrumbado y derrengado, en cualquier momento.
Equipaje mínimo, mochila de supervivencia, licencia de ciclista “Amateur” de la Federación local ¿Ponferrada, ó, León…? Y, pedaladas al por mayor…sin controles anti-doping…no eran necesarios… Ese viaje- de ¿Travesía del Desierto al Futuro, sobre todo en los tramos de Los Monegros en Zaragoza y Huesca…?, en una bicicleta-patera, es un ejemplo más de una realidad social y humana lamentable de un País, todavía sumido en las tinieblas de unas décadas innombrables.
Ya en Barcelona, “Cinto”, de nuevo, reanudó su “Leitmotiv”: El CICLISMO. Nunca ejerció como profesional, ni por cuenta ajena. Nunca tuvo equipo, ni padrinos, ni Firmas que le avalaran, ni sponsors de oportunidad… Debió de trabajar por cuenta ajena, desarrollando toda su vida laboral, en “MUEBLES LA FABRICA”.
Semana tras semana, día tras día, previa limpieza, engrase y mantenimiento de sus varias bicicletas preparadas por él mismo, entrenaba, 100, ó, 150 kilómetros, para poder competir en toda clase competiciones ciclistas locales – alguna: la Vuelta a Catalunya – hasta incluso, después de su jubilación: Las vitrinas de la habitación de los Trofeos, en su domicilio en Barcelona, están repletas de los mismos, con dedicaciones grabadas al efecto. Nunca los he contado. Me parecía indigno hacerlo… por respeto al esfuerzo, la voluntad, la dedicación y la convicción de un joven ex – minero de Laciana, que, pedalada a pedalada, consiguió 200… 300 trofeos, que brillan en unas repisas en silencio, sin más reconocimiento, que los recuerdos de “Cinto”, y de, éste, que firma el “XXV Jirón” en homenaje necesario a un Ciclista-Autodidacta en el país de las vanidades.
Post Data.
Por cierto, a no olvidar que en varias ocasiones, se encontraron en Barcelona y Mallorca: “Pepin” y “Cinto”, en los menesteres derivados de sus actividades y aficiones.
Autor: Fede García González