Jirones XV. 1961-62 tercer curso en el Instituto Laboral – Don Julián, profesor y ebanista

Autor: FEDE GARCÍA 12 de Diciembre 2014

Páginas de un cuaderno de Fede García

Páginas de un cuaderno de Fede García

…primavera, verano… los días van transcurriendo por el camino viejo de Colominas a la subida de la Estación, para acceder al Insti, cuatro veces al menos por día, pasando siempre por encima del ¿Transversal?, o más conocido como la bocamina del ¿Traversal?. de cuya boca de entrada salían por decenas vagonetas cargadas de carbón – ¿Antracita…? arrastradas por unos MULOS de resabiadas costumbres, conducidos por lo ayudantes de minero, que se dedicaban a enganchar y desenganchar los cadenas de arrastre de los mini-convoyes de decenas de vagonetas chirriantes y abolladas, hasta el zona de descarga-volquete de las mismas una por una, para ser inmediatamente ordenadas en sentido contrario, para volver a repetir el viaje al interior. Vagonetas, unas de cazuela invertida- triangulares, que se descargaban con un simple giro, y las demás de volquete, que eran descargadas en una especie de tambor vuelva vagonetas, en los silos de carbón.

Los Ayudantes de Minero, trabajaban fuera. No entraban en la boca-mina. Mantenían la actividad gobernados por el tiempo reinante al margen del calor, del frío, de las heladas o de la nieve. Uno de ellos era mi tío, Jacinto González Vega, que – por razones de necesidad – fue recibido en la casa de su hermana: Isabel González Vega y de Pedrosa “El Barrenista”, al cumplir dieciocho años, transmutado desde su Jaén natal, sin casi darse cuenta.

En la explanada del Transversal, había un edificio con grandes cristaleras de dos plantas, donde siempre se veían colgadas las pertenencias de los mineros, a distintas alturas. En unas ocasiones ropa de diario, y en otras, dependía del turno, ropa de trabajo. Eran los Vestuarios, las duchas de agua fría, y el cuadro de Lámparas de batería ya cargadas o para recargar. Esa era parte del cuadro diario de vista obligada por las mañanas y las tardes, mientras caminaba esquivando charcos o rodadas de los carros de vara única y forma de caja de uve mayúscula invertida.

Siempre me llamaba la atención las discusiones de los mineros entre, en ocasiones, sonoras expresiones poco recomendables en los vestuarios a las horas del cambio de relevo, en torno a las novedades del día o del relevo anterior. Se oían desde el camino perfectamente, pero, en la parte que me tocaba debía de seguir andando para llegar a la hora al Insti. Siempre iba rumiando sobre aquellas discusiones tan acaloradas y casi siempre incomprensibles de los mineros, mientras acompañaba a mis hermanas: Isa, Luli y Monchi, que debían de llegar al Colegio de niñas que, por cierto, acababan de inaugurar en la carretera a las Rozas, con fiesta incluida, un poco más abajo del Instituto.

Ya en el aula, de nuevo, los deberes, las clases de la mano de profesores y profesoras, cada cual con su particular comportamiento y modos distintos de enseñar, transmitían el conocimiento y, sobre todo el gobierno del aula diario, programa en mano, daba de sí, lo que cada alumno era capaz de captar en función del propio interés, la capacidad o la abstracción normal de los trece años.

Recuerdo con especial afinidad a la profesora de Historia “Dolores”, procedente de Zaragoza que tenia la habilidad de dejarnos con la boca abierta, contando-informando de lo propio y, también de lo escrito. Es decir: de la Historia del libro de texto, y de las específicas explicaciones propias que en las tardes de los días pacíficos, se dignaba endosarnos con la mejor de sus sonrisas, relajando de paso a la clase en plan – Hoy no hay libro de texto –

Recuerdo a la Profa Marisa “La Canaria”. Recuerdo al Profe de inglés “Bautista”, que tuvo la paciencia de intentar enseñarnos y de paso aprender la Gramática Inglesa en sus fundamentos: las conjugaciones en los tiempos verbales de siempre: presente, pasado, futuro, condicional, etc, extrañándonos que fueran tan simples los futuros y los condicionales, con el “Shall” y el “Will”, dependiendo de las primeras personas o segundas, los “Should” y los “Would”. También, los auxiliares “To be” o “To have”. La simpleza de las construcciones verbales, etc. Desde luego, no aprendimos a hablar Inglés, pero el poco inglés que logró dejar impreso en nuestras mochilas, sí ha servido en más de una ocasión para sacarnos de algún apuro. Al menos a Fede el “Rubiajo”.

Recuerdo al Sr. Director: Jose Antonio, creo que procedía de Pola de Lena. Era un Sr. muy delgado, serio y buen profesor.

Recuerdo a Pedro Matasanz Sanz, profesor de Tecnología, que poco a poco nos introdujo en las artes de la mecánica, las máquinas herramientas, las bases de los cálculos en todo tipo de mecanismos para llevar a cabo cualquier pieza de metal, todo bajo plano, con la maquinaria que estaba a disposición en los Talleres de Prácticas: Tornos universales, cepilladoras, máquinas de serrar metal, taladros de toda la vida. Las brocas, los aceros, el templado, la forja, el cálculo de engranajes, los dentados. Etc.

Recuerdo, por cierto la presencia de un motor de avión militar de la guerra civil – supuestamente alemán – derribado o ¿Extraviado? que, al parecer, había caído en las cercanías de Villablino. Ese motor circular, con muchos motorcitos individuales, con sus bujías y todo lo demás estaba acomodado en un soporte de madera, y era objeto siempre de la curiosidad de los alumnos en general. Nunca lo vimos desarmado.

Recuerdo también al Profe de Prácticas de Carpintería: Don Julián Simón Romano. Profe abierto y discreto, con su mono-buzo-azul de tirantes o de mangas, con el eterno metro de madera amarilla de los de obra, aparcado en el bolso-pectoral izquierdo, o los lápices rojo ovalado, y también de dos colores rojo y azul, afilados a la vista de todos, por las dos puntas a tajo abierto de navaja personal manejada con maestría inigualable con el resultado de virutas al viento y unas minas dignas de no ser usadas. Recuerdo sus manos amplias y trabajadas, encallecidas de manipular la madera que era tratada con el máximo respeto.

El Profe Don Julián, fue más que un Profe. Nos enseñó a distinguir sin dudar los tipos de madera, sus calidades, sus durezas, sus procedencias, sus colores naturales. Desde la madera de abedul, muy blanda, más el pino, el nogal, el roble, y también las más duras, entre ellas la caoba, de la cual tenía un pequeño ejemplar de color oscuro y que sopesábamos de mano en mano sorprendiéndonos de lo pesado y duro que era.

Nos enseñó también, desde los fundamentos principales, a identificar las herramientas básicas de la carpintería, sierras, serrotes de costilla, serruchos normales, los formones en todas sus versiones, el gramil, el berbiquí de mano y de broca, los cepillos, las garlopas, etc, incluyendo su uso, lo cual, no dejaba de ser fuente de pequeñas heridas en las manos, que aún hoy son detectables, por lo menos en las propias. Nos enseñó como se afilaban las cuchillas en la afiladora de agua y rodela de arenisca fina, de las de fuerza motriz de a pedal pie derecho.

Nos enseñó, así mismo, que un buen ebanista, es aquel que no utiliza clavos, ni puntas, ni tornillos en la elaboración de un mueble, se tratara de un simple taburete o de un mueble de salón, o de un aparador. Todo había que componerlo a base de ensambles de cola de milano y un poco de cola blanca de carpintero de toda la vida.

Los ejercicios prácticos en estas labores había que llevarlos a cabo, a partir de un simple pedazo de madera, en forma de tabla sin desbastar, que debía de ser escuadrada a golpe de garlopa o cepillo, comprobando en persona la escuadría perfecta del trozo resultante y de sus medidas.

Posteriormente había que trazar con exactitud la forma de la cola de milano en su versión encajadora o encajable, para posteriormente proceder en el banco propio de carpintero a ir conformando las piezas del ensamble, mordiendo en el trazo previo en la madera base – nos decía – para después afinarlo a golpe de formón, debiendo de ser el encaje perfecto, dado que no permitía utilizar cola alguna en su montaje.

Las pruebas de examen en estos trabajos eran rotundas: Cogía por la parte más débil el ensamble y lo movía en cualquier dirección, comprobando de ese artesanal modo, si el ensamble cola de milano, lo era con todas sus consecuencias o era un simple proyecto. Si se movía: Suspenso y volver a empezar.

Años después, he tenido que aplicar esas enseñanzas en temas concretos y muebles de hechura y factura tradicional, que no son precisamente de IKEA. Le doy las gracias a Don Julián Simón Romano. Profesor y ebanista que lo fue en el Insti Laboral de Villablino, y que al parecer ha sido alcalde de Miranda Ebro no hace demasiado tiempo, para más detalles inesperados, de ultima hora.

Llegados los exámenes finales, entre tensiones, preocupaciones, y repasos a presión, menos algunas otras opciones descartadas de las de memoria infusa, que solo estaban al alcance de los más puestos en esas materias, como por ejemplo, la leyenda de las pastillitas que te permitían, al parecer no dormite a la noche repasando el tema del examen del día siguiente. Nunca supe ni del color que eran. Solo sabía que eran redondas y muy pequeñas y que se compraban en la farmacia.

Los resultados del Tercer Curso 1961-1962, tampoco fueron excesivamente brillantes: dos notables, seis aprobados y tres aptos. Suficiente para no pasar el verano esperando los exámenes de Septiembre, y tener posibilidad de solicitar una nueva beca de apoyo a los estudios de TRES MIL SEISCIENTAS PESETAS.

Autor: Fede García González